Albert Cano
En mayo de 2006, Maria Borelius, que una semana antes había sido nombrada ministra de Comercio en Suecia, dimitió del cargo después de que la prensa divulgara que contrató irregularmente a canguros para sus hijos y no pagó sus cuotas televisivas. Ante delitos tan graves, Borelius asumió sus responsabilidades políticas.
Viene esto a cuento por la reacción de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, tras su incapacidad para aprobar la ley que permitía el cierre de páginas web, previa autorización judicial (probablemente, el proyecto más importante que iba a impulsar en el ministerio). A la pregunta de un periodista sobre si se planteaba la dimisión, espetó al plumilla: "¿Y usted? ¿Ha pensado en dimitir?".
Tampoco es anormal el comportamiento de la ministra. Su jefe basó su campaña en "lograr el pleno empleo" y acaba de anunciar que "necesitaremos cinco años para corregir los desequilibrios", tras afirmar que "estábamos en una desaceleración", que empezaban a salir a "brotes verdes" o "que lo peor de la crisis ya ha pasado".
En el otro lado del espectro tampoco pueden dar lecciones, ante el empecinamiento de políticos levantinos (por ejemplo) en mantenerse en sus cargos, pese a acusaciones de irregularidades en compras de trajes o tras ser multipremiados en la lotería y remitir a Hacienda que la declaración de la renta les salía a devolver.
Quizá no haya que elevar el listón hasta el nivel de Toshikatsu Matsuoka, ministro de Agricultura japonés, que se ahorcó en mayo de 2007 tras una supuesta aceptación de donaciones, por parte de empresarios que optaban a proyectos dependientes del ministro. Pero, para mejorar, muchos peninsulares deberían dejar de pensar que el tal Matsuoka fue un tonto del c… por "dejarse pillar" y tomárselo tan a la tremenda.
Viene esto a cuento por la reacción de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, tras su incapacidad para aprobar la ley que permitía el cierre de páginas web, previa autorización judicial (probablemente, el proyecto más importante que iba a impulsar en el ministerio). A la pregunta de un periodista sobre si se planteaba la dimisión, espetó al plumilla: "¿Y usted? ¿Ha pensado en dimitir?".
Tampoco es anormal el comportamiento de la ministra. Su jefe basó su campaña en "lograr el pleno empleo" y acaba de anunciar que "necesitaremos cinco años para corregir los desequilibrios", tras afirmar que "estábamos en una desaceleración", que empezaban a salir a "brotes verdes" o "que lo peor de la crisis ya ha pasado".
En el otro lado del espectro tampoco pueden dar lecciones, ante el empecinamiento de políticos levantinos (por ejemplo) en mantenerse en sus cargos, pese a acusaciones de irregularidades en compras de trajes o tras ser multipremiados en la lotería y remitir a Hacienda que la declaración de la renta les salía a devolver.
Quizá no haya que elevar el listón hasta el nivel de Toshikatsu Matsuoka, ministro de Agricultura japonés, que se ahorcó en mayo de 2007 tras una supuesta aceptación de donaciones, por parte de empresarios que optaban a proyectos dependientes del ministro. Pero, para mejorar, muchos peninsulares deberían dejar de pensar que el tal Matsuoka fue un tonto del c… por "dejarse pillar" y tomárselo tan a la tremenda.
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