Suecia está prosperando. Al menos comparada con otros países, Suecia lo ha hecho bastante bien durante la crisis financiera. Alguna gente, como Paul Krugman, parece creer que esto se debe a los extensos rescates y la nacionalización de empresas privadas a principios de la década de 1990 que supuestamente “salvaron” a Suecia del desastre impuesto por el mercado. Aunque es cierto que se nacionalizó un banco y se inyectaron miles de millones de dólares para “salvar” a la sobrevalorada corona Sueca en 1992, este intento fracasó con un enorme coste para los contribuyentes suecos.
Lo que siguió a un breve periodo de completo caos mientras el banco central elevaba los tipos de interés al 500% (sí, al 500%) fue una divisa en caída libre. Evidentemente su alto valor superficial no podía “defenderse” contra la valoración mucho más correcta de los mercados, a pesar de los muy serios intentos del gobierno por hacerlo. Se produjo un pánico político, seguido pronto por la comprensión de la necesidad de poner bajo control las finanzas públicas.
Desde entonces, como explico con más detalle en Back on the Road to Serfdom (ed. Tom Woods), el gobierno sueco (independientemente de l partido gobernante) ha mantenido constantemente presupuestos equilibrados y liquidado la deuda nacional. De hecho, desde 1992 la deuda nacional ha ido de alrededor de un 80% a menos del 40% del PIB.
Pero tal vez Suecia en esta crisis reciente sea exactamente el tipo de “mito soñado” que han estado buscando los keynesianos. Después de todo, la riqueza sueca generada durante el siglo XX se parece mucho a una creación keynesiana: un auge artificial alimentado continuamente que fue activado y salvado muchas veces en circunstancias que resultaron funcionar increíblemente bien en el país en el lejano norte.
Después de un periodo de “extremo” libre comercio en la segunda mitad del siglo XIX, se creó y expandió grandemente el estado de bienestar. No tomar parte en ninguna de las guerras mundiales indudablemente ayudó y promover el estado del bienestar era sencillo en la década de 1960: había mucha riqueza alrededor que expropiar e “invertir” en grandes sistemas de ingeniería social.
Sin embargo la saga acabó en la década de 1970, pero parece que no el mito. La crisis internacional del petróleo llevó al gobierno sueco al keynesianismo puro y en consecuencia la divisa se devaluó frecuente y extensivamente durante una década. Los siguientes “felices 80”no ofrecieron ninguna solución al quebrado estado nación, que implosionó financieramente a principios de la década de 1990 a medida que los mercados internacionales se recuperaban de la borrachera de un auge inmobiliario. Es entonces cuando el gobierno se vio obligado, en términos económicos, a recortar el gasto e imponer límites a los beneficios ofrecidos a través de la multitud de sistemas de bienestar.
Pero hay otra verdad acerca de la economía sueca que solo se ha descubierto recientemente. Ahora hay pruebas de que Suecia, incluso en términos de estadísticas oficiales, no fue tan grande y que realmente no experimento ningún crecimiento económico real (al menos en términos de trabajos reales, lo que debería ser de interés evidente para los keynesianos) durante más de medio siglo.
Mientras que el sector privado ha ofrecido una creación de empleo neta de cero, el sector privado ha sido testigo de un crecimiento monstruoso durante este periodo. Y la población ha aumentado aún más, lo que explica las mayores tasas de desempleo así como la gran proporción de gente en edad laboral empujada a las universidades públicas para “educarse” más.
A su vez esto explica cómo el gobierno sueco fue en definitiva incapaz de mantener constantemente el estado de bienestar de la década de 1970 a principios de la década de 1990. Como no hubo guerras internacionales en las que confiar para un aumento (aunque fuera temporal) de las exportaciones y no había ningún crecimiento internacional genuino al que encabalgarse, se vio el farol e hizo falta volver a la realidad.
El relativo éxito sueco en sobrevivir a la crisis financiera reciente no tiene nada que ver con promover el gobierno, aumentar los beneficios del bienestar o nacionalizar el sector privado. Es un resultado directo de un programa resuelto y políticamente doloroso durante un periodo de más de 15 años para ordenar el lío de casi un siglo de políticas krugmanitas que estuvieron cerca de quebrar a la milenaria nación.
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