1/02/2011
Más allá de las increpaciones directas del primer ministro ruso Vladímir Putin (quien le devuelve sus desproporcionadas “críticas” a Estados Unidos en forma elegante y quien no se mordió la lengua sobre los “Estados mafiosos”) y del presidente brasileño Lula, cabe señalar las reacciones negativas a escala planetaria sobre la persecución del australiano Julian Assange por Estados Unidos, Suecia y Gran Bretaña (este último, el paraíso de los “terroristas islámicos” en Londres, conocido en inglés como Londonstán).
Las severas reacciones en Alemania ?particularmente, en Der Spiegel, que participó globalmente en la difusión de los cables? cobran un peso relevante debido a que representa la primera potencia geoeconómica del antiguo continente que se deslinda de cierta manera de sus aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte y en la Unión Europea (Estados Unidos, Suecia y Gran Bretaña).
Der Spiegel abunda con la opinión vertida por los comentaristas, quienes en el amplio espectro concuerdan en que “la reputación de Estados Unidos ha quedado seriamente deteriorada” y “sigue sufriendo” por la detención en Londres del “mártir Assange”, a quien se le negó la libertad bajo fianza por un delito aparentemente menor.
La clase política de Estados Unidos en su amplia generalidad arremetió contra Assange, condenándolo a la hoguera como “terrorista” por haber puesto en grave riesgo la seguridad nacional de Estados Unidos y puesto en peligro a los soplones en varios países. Las más duras condenas provinieron de la extrema derecha estadunidense, explícitamente de destacados miembros del Partido Republicano, como Sarah Palin, excandidata a la vicepresidencia ?quien, cual su exagerada costumbre, reclamó que el australiano debía ser perseguido como el terrorista islámico Osama bin Laden? y del anterior pastor bautista sureño y exgobernador Michael Huckabee.
En forma singular, el ultrasionista senador por Connecticut, Joe Isadore Lieberman, el mandamás del comité senatorial Seguridad del Hogar, se le fue a la yugular a The New York Times por haber difundido los cables y sugirió que habían probablemente incurrido en un acto criminal. El senador Lieberman se ha asentado como uno de los peores enemigos de la libertad de expresión por internet, por lo que ha propuesto un proyecto de ley de corte neototalitario al respecto. Lo peor: no sólo Lieberman se ha caracterizado por ser un enemigo declarado de la libertad de expresión por internet, sino que su equipo de trabajo ha sido señalado por haber inducido a las empresas Amazon, PayPal, Visa y MasterCard a suspender sus servicios a Wikileaks.
¿Qué significa la libertad de expresión para la otrora superpotencia unipolar?
El rotativo alemán Berliner Zeitung, de tendencia izquierdista, considera en un excelente artículo que “Estados Unidos traiciona uno de sus mitos fundacionales: la libertad de la información. Recurren a ello porque, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, están amenazados con perder el control mundial de la información”.
Lo paradójico del asunto es que fue el Pentágono, a través de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada, quien inventó el internet y, por ende, los llamados “dominios” y “servidores” globales. Ahora Wikileaks pone en evidencia la alta vulnerabilidad tanto interna ?aún no se elucida el papel del analista del ejército Bradley Manning, de 23 años de edad, hoy encarcelado en las afueras de Washington, y quien capturó la información en Bagdad mediante un disco compacto de Lady Gaga para luego hacer llegar el material al australiano Assange por vías laberínticas todavía sin identificar? como externa de los horadados sistemas de ciberinformación.
¿Empezó la primera guerra de la ciberinformación cuyo campo de batalla es Wikileaks? ¿Cesó Estados Unidos de dominar el libre flujo de información y su contenido?
La libertad de expresión por internet constituyó, a juicio de Berliner Zeitung, una “tremenda doctrina”, siempre y cuando solamente las empresas de Estados Unidos ostentaran el poder, los medios y las capacidades logísticas para hacer uso de tal libertad”.
Internet sacudió levemente el “control” de Estados Unidos, “pero empresas como Apple, Windows, Google, Facebook y Amazon hicieron avanzar el dominio de Estados Unidos en el supuestamente democrático internet”: Julian Assange y Wikileaks “son los primeros en haber usado el poder del internet en contra de Estados Unidos. Ésta es la razón por la que son perseguidos sin piedad. Ésa es la razón por la cual el gobierno traiciona uno de los principios de la democracia”.
El rotativo conservador Die Welt considera probable que “el fiscal sueco deba seguir una agenda secreta dictada por Estados Unidos”.
El periódico The Financial Times Deutschland aduce que la detención de Assange es “potencialmente escandalosa y superflua. El operativo ha producido un mártir”.
Lo interesante es que “nadie puede explicar cuáles son los crímenes que Assange hubo perpetrado con la publicación de los documentos secretos”. Lo mejor: ¿por qué es un crimen su publicación en Wikileaks y no en The New York Times?
¿Con la captura de Assange, desaparecerá también Wikileaks?
El rotativo razona que “la plataforma como Wikileaks debe ser capaz de sobrevivir”, aun sin la personalidad autocrática y muy controvertida de Assange, a quien el sistema ?el nuevo Moloch totalitario con máscara democrática? que osó desafiar no le perdonará la vida (en forma real o metafórica).
¿Cómo impedir la eclosión creativa de otros servidores como Wikileaks que irán proliferando, aunque sea a cuenta gotas, y los cuales pondrán en evidencia la característica neototalitaria de las seudodemocracias occidentales más pendientes de conservar el poder que de servir con la verdad a los ciudadanos?
Cualquier pretexto es perfecto ?desde el montaje del terror islámico hasta los amenazantes Wikileaks? para que las hipócritas seudodemocracias de Estados Unidos y Europa laceren la privacidad, los derechos civiles y las libertades de sus ciudadanos, lo cual, en su conjunto, hace imprescindible la existencia de Wikileaks como un bastión de la defensa de los ciudadanos y su derecho a conocer con transparencia la forma en que sus elegidos públicos se conducen.
Wikileaks constituye una necesidad ontológica de la democracia cibernética del siglo XXI.
Estados Unidos se metió en un grave lío de alcances metafísicos. Podrán aniquilar al mensajero, pero quedará la necesidad de conocer los mensajes que son propiedad universal y no de los políticos oportunistas de las coyunturas.
El mundo de la información es uno antes y después de Wikileaks, sinónimo de la ciberdemocratización de la información y paladín de la libertad de expresión en internet.
Wikileaks es la nueva era de la información del siglo XXI que acaba de asomar su cabeza.
*Catedrático de geopolítca y negocios internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México
COMENTARIO: Un secreto a voces, que todo se basa en el dominio de la información y en el no uso de la información propia por otros es evidente. Y que la idea de los estados es dar a Assange un escarmiento para reducir posibles nuevas intrusiones en sus sistemas de información y poder mantener así el dominio sobre estos sistemas es evidente. Wikileaks es Assange y sin Assange no habrá Wikileaks.
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