Los indicadores más empleados para comparar el estado de la investigación científica son cuatro: cantidad de publicaciones (en un período dado), calidad de estas publicaciones (evaluada como citaciones por artículo), número de investigadores e inversión nacional (como porcentaje del Producto Interno Bruto). Chile se encuentra ubicado en los últimos lugares entre los países OCDE en todos estos indicadores. A nivel de publicaciones científicas, el reciente estudio “UNESCO Science Report 2010” muestra que Chile publicó 3.646 artículos el año 2008, cifra 8 veces inferior al promedio de los 33 países de la OCDE (28.681 artículos). Aún excluyendo a potencias como Japón o Estados Unidos, sólo cuatro de los 33 países publican menos artículos científicos que Chile (siendo Islandia y Luxemburgo, dos de esos países). Difícilmente se puede culpar a los científicos nacionales de tan mediocre productividad, puesto que las publicaciones nacionales reciben sólo un 20% menos de citaciones respecto al promedio OCDE (ISI Essential Science Indicators).
Probablemente donde mayor distancia existe respecto a los países OCDE es en número de investigadores (por millón de habitantes) e inversión en I&D. Según datos del propio Gobierno (similares a los presentados en el estudio de la UNESCO), Chile posee menos de 800 investigadores por cada millón de habitantes. De acuerdo a datos del Banco Mundial, el promedio OCDE es de aproximadamente 3.400 investigadores; países como Suecia o Dinamarca, superan los 5 mil investigadores, y Finlandia supera los 7 mil. Es evidente el retraso de Chile en este ítem; sólo tres países poseen menos de mil investigadores por millón de habitantes, por lo que nuestro país se ubica también en los últimos lugares. El alto número de investigadores en los países desarrollados demuestra la clara vocación de dichos países por la investigación científica y tecnológica, de la mano de su estabilidad y prosperidad económica.
En cuanto a la inversión en I&D, Chile invierte sólo un 0,4% del PIB (de acuerdo al estudio “Resultados de las Encuestas de Innovación e I&D, 2007-2008”, Ministerio de Economía), muy por debajo del 2,3% que invierten en promedio los países de la OCDE. Los países europeos buscan aumentar dicha cifra a un 3% de base, mientras que en Chile, el presupuesto para I&D se mantiene prácticamente inamovible, y con expectativas de ser duplicado en los próximos ocho años. Hay que destacar que, según estos datos, Chile se encuentra en el penúltimo lugar entre los países OCDE en términos de inversión de I&D.
La pregunta que surge naturalmente es: ¿puede Chile aspirar a ser un país desarrollado en la próxima década, con tan pobres indicadores de investigación científica o tecnológica, o necesita incorporar en sus metas una mejoría ostensible en esta materia, y cómo? En este sentido, vale la pena una vez más comparar a Chile con los países OCDE: mientras el 70% de los 33 países de la OCDE poseen una institución de rango y carácter ministerial para determinar las políticas nacionales en lo relativo a la investigación científica y la innovación, sólo tres países cuentan con instituciones que pueden ser definidas, en el mejor de los casos, como “agencias”: Chile (CONICYT, organismo que fue creada hace más de 40 años), Turquía y México. Curiosamente, estos tres países son los mismos que poseen los desempeños más bajos en los demás indicadores. Diversos actores nacionales e internacionales han manifestado la urgencia de reformular la actual institucionalidad científica nacional, incluyendo a la misma OCDE. La experiencia de los países miembros de la OCDE sugiere que la mejor estrategia, y la que mejores dividendos otorgará al país, es la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Cabe señalar que Argentina y Brasil ya dieron este paso, creando sus respectivos ministerios, y en los últimos años han mejorado sus capacidades científicas y tecnológicas, siendo destacados en revistas científicas de prestigio internacional como Nature y Science.
COMENTARIO: Los datos siguen siendo muy claros, mientras para algunos el preocuparse de los restos arqueológicos es lo que demuestra la cultura y el estado de bienestar de un país para otros, con dos dedos de frente, lo que mide el nivel de desarrollo y bienestar son indicadores como los que acabamos de apuntar.
Probablemente donde mayor distancia existe respecto a los países OCDE es en número de investigadores (por millón de habitantes) e inversión en I&D. Según datos del propio Gobierno (similares a los presentados en el estudio de la UNESCO), Chile posee menos de 800 investigadores por cada millón de habitantes. De acuerdo a datos del Banco Mundial, el promedio OCDE es de aproximadamente 3.400 investigadores; países como Suecia o Dinamarca, superan los 5 mil investigadores, y Finlandia supera los 7 mil. Es evidente el retraso de Chile en este ítem; sólo tres países poseen menos de mil investigadores por millón de habitantes, por lo que nuestro país se ubica también en los últimos lugares. El alto número de investigadores en los países desarrollados demuestra la clara vocación de dichos países por la investigación científica y tecnológica, de la mano de su estabilidad y prosperidad económica.
En cuanto a la inversión en I&D, Chile invierte sólo un 0,4% del PIB (de acuerdo al estudio “Resultados de las Encuestas de Innovación e I&D, 2007-2008”, Ministerio de Economía), muy por debajo del 2,3% que invierten en promedio los países de la OCDE. Los países europeos buscan aumentar dicha cifra a un 3% de base, mientras que en Chile, el presupuesto para I&D se mantiene prácticamente inamovible, y con expectativas de ser duplicado en los próximos ocho años. Hay que destacar que, según estos datos, Chile se encuentra en el penúltimo lugar entre los países OCDE en términos de inversión de I&D.
La pregunta que surge naturalmente es: ¿puede Chile aspirar a ser un país desarrollado en la próxima década, con tan pobres indicadores de investigación científica o tecnológica, o necesita incorporar en sus metas una mejoría ostensible en esta materia, y cómo? En este sentido, vale la pena una vez más comparar a Chile con los países OCDE: mientras el 70% de los 33 países de la OCDE poseen una institución de rango y carácter ministerial para determinar las políticas nacionales en lo relativo a la investigación científica y la innovación, sólo tres países cuentan con instituciones que pueden ser definidas, en el mejor de los casos, como “agencias”: Chile (CONICYT, organismo que fue creada hace más de 40 años), Turquía y México. Curiosamente, estos tres países son los mismos que poseen los desempeños más bajos en los demás indicadores. Diversos actores nacionales e internacionales han manifestado la urgencia de reformular la actual institucionalidad científica nacional, incluyendo a la misma OCDE. La experiencia de los países miembros de la OCDE sugiere que la mejor estrategia, y la que mejores dividendos otorgará al país, es la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. Cabe señalar que Argentina y Brasil ya dieron este paso, creando sus respectivos ministerios, y en los últimos años han mejorado sus capacidades científicas y tecnológicas, siendo destacados en revistas científicas de prestigio internacional como Nature y Science.
COMENTARIO: Los datos siguen siendo muy claros, mientras para algunos el preocuparse de los restos arqueológicos es lo que demuestra la cultura y el estado de bienestar de un país para otros, con dos dedos de frente, lo que mide el nivel de desarrollo y bienestar son indicadores como los que acabamos de apuntar.
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